martes, 22 de enero de 2008
Capítulo segundo
PORMENORES PREVIOS : LA PERSECUCIÓN DE LA ZANAHORIA
Tomada la decisión habia que ponerse en marcha. Cualquiera habría pensado que el primer paso debía ser saber con qué soporte económico se contaba y , en caso de no ser suficiente, cómo conseguir lo que faltase, pero la, en lo sucesivo, “ proyecto fallido de robot “ ( ya que si bien no llegó a robot tampoco sería correcto decir que había recuperado su anterior cualidad por completo), no estaba para esas pequeñeces.
Quería una casa con cinco habitaciones, espacios amplios, luminosa y céntrica. Eso era todo. ¿Qué más había que saber?. Sólo una cosa: donde encontrarla. Cuando necesitaba una lechuga iba a la verdulería, si pescado a la pescadería, carne a la carnicería ó inclcuso todo a la vez podía encontrarlo en un supermercado. Pero...¿una casa?. ¿debía ir a una inmobiliaria? ¿mirar en los anuncios de los periódicos? ¿ir por las calles mirando carteles en los balcones o ventanas?. Para no perderse por las ramas se inclinó por la primera opción: inmobiliaria. Allí tenian toda clase de casas y pisos. Sería fácil, le explicaría al agente inmobiliario sus pretensiones, él le proporcionaría la casa descrita y....a organizar la mudanza. Craso error. Pronto lo descubriría.
Una y otra vez fue citada para, según el agente inmobiliario de turno, mostrarle la casa que buscaba.
Una y otra vez ella lo creía y acudía emocionada:” esta vez sí, dice que sí, que es la casa que busco”. Una y otra vez la misma perplejidad , la misma duda: “¿hablamos el mismo idioma? ¿se me habrá quemado el chip de la comunicación?. Le enseñaban casas con habitaciones que podían confundirse con un armario algo amplio si no fuera por la carencia de una barra para colgar las perchas; casas en ruinas que primero había que derribar para luego construir; casas lúgubres, tristes; casas con tres habitaciones o dos pisos que si se unían, se quitaba una cocina o incluso se conservaban las dos porque...quien sabe.....y, además,....a falta de las cinco habitaciones buenas son dos cocinas ¿no?.
En algunas ocasiones iba a las visitas de casas acompañada de alguna amiga, sobre todo de la patrocinadora de la zanahoria, que preguntaba incrédula a la proyecto fallido de robot: “¿pero tú les has explicado bien lo que buscas?”. Sí, estaba bien explicado, aunque en las inmobiliarias no se quisieran dar por enterados. Preguntaban que cuántos eran en la familia y cuando oian que “ tres” no consideraban necesarias cinco habitaciones. “También hay un piano” -decía la desolada proyecto fallido de robot, medio irónica medio sarcástica medio desoncertada medio tímida y del todo irritada, mientras se preguntaba qué les importaría a ellos -. Eso tampoco era motivo suficiente.
Después de lo que parecian ya muchas horas perdidas en una búsqueda infructuosa, empezó a pensar que no existía la casa que ella, con tanto esmero, había construido mentalmente para acoger a la familia al completo cuando encartara y donde pudiera pasar muchas agradables veladas compartiéndola con sus amigos y amigas - cosa del todo imprescindible para ella,vital-. Pero en el fondo de su cachito corazón creciente sabía que no podía ser cierto. Existía. Tenía que existir. Sabía que no debía perder la fe. En algún rincón de su memoria permanecían latentes las tres palabras que alguien le enseñó años atrás, antes de convertirse en proyecto de robot , como necesarias para alcanzar los sueños y pudo recordarlas: deseo, creencia y expectativa.
Claro que para entonces ya había oído suficientes precios y visto la ligereza con que pedían decenas de millones de pesetas por cualquier montón de ladrillos mejor o peor distribuidos. De pronto cayó en la cuenta: existir existía, en algún punto del centro de su ciudad se encontraba “su casa”, sí, pero....lo que no existía en ninguno de sus calcetines, ni debajo de ninguna de las baldosas de su ático era el precio de ninguna de las posibles , tampoco contando con la hipoteca que ya para entonces había calculado poder pagar sin problemas , ni bajando el listón, que por otra parte no estaba dispuesta a bajar porque para eso no precisaba cambio alguno.
A punto estuvo de tirar la toalla. Aquello había empezado como una dulce, fresca, apetitosa y revitalizante zahanoria y ahora amenzaba con convertirse en un nuevo desengaño. ¿Seguía cerca el Bromista? ¿no se había tomado un tiempo sabático? ¿o es que quería hacer un pulso con ella ahora que había recuperado el tesoro de aquellas tres simples palabras?. Pués bien: “sea , si así lo quieres” .
Fue entonces cuando sucedió el primer .... “acontecimiento extraño”.... por así llamarlo.
¿Bajó un angel del cielo y tomó el cuerpo de un mortal unido por la sangre a la proyecto fallido de robot?¿fue su ada madrina? ¿la musa de lo justo y necesario? ¿la de la bondad? ¿la de la lógica? o ¿un poco de todo que ese personaje, su hermano, llevaba en su interior y que cuando la situación lo requería podía mostrar con la mayor naturalidad?
FIN DEL SEGUNDO CAPITULO
sábado, 19 de enero de 2008
Primer capítulo
Erase una vez una humilde trabajadora,”esposa” y madre a la vez, en la mejor edad de la vida (si es que hay una mejor edad en la vida, porque la mejor debe ser la que se tiene y los mejores años de la vida son los que nos quedan por vivir: era sólo una forma de empezar), cuarentona ella, madre de dos niños, que por una de esas bromas del Destino se encontró, inesperadamente, convertida en un proyecto de robot y habiendo perdido la cualidad de “esposa”, el Bromista se la habia cambiado por la de “viuda”. Como proyecto sólo podía realizar las funciones más simples. Por la mañana una mano invisible le daba cuerda con la gran manivela colocada en su espalda, y así empezaba la sucesión de actos repetitivos cotidianos para los que habia sido programada: levantarse (para este debió haber algún fallo en la programación, vista la dificultad para llevarlo a cabo), preparar a los niños, prepararse ella, llevar a los niños a la escuela, ir a trabajar, salir, comer, recoger a los niños, llevarlos a alguna actividad extraescolar, si tocaba, donde al cabo de una hora los volvía a recoger, volver a casa, ayudarlos con las tareas del cole, duchas, cenas, cuento y los niños a dormir.Terminadas las tareas, caía sentada a solas en el sofá, cansada incluso para acostarse, sola, la vista perdida prendida en la pantalla del televisor, sola.Así un día tras otro. De su etapa anterior a proyecto de robot había conservado su aspecto externo y, al parecer y contra todo pronóstico del Bromista, también un cachito de corazón. Por supuesto también conservaba a sus buenas amigas y amigos. Ellos debieron sospechar lo de su cachito de corazón porque no dejaban de alentar y sugerir maneras de recuperarlo.La sugerencia que más se repetía era la de: “tienes que ponerte zanohorias” “búscate zanahorias” “ponte zanahorias y ve tras ellas”.La proyecto de robot no tenía capacidad para inventar zanahorias que perseguir con ilusión, aunque se esforzaba.Pasado el tiempo resultó que, como además de madre también era hija, el precioso y luminoso ático donde vivía con sus hijos se fue quedando pequeño, puesto que también debía acoger en ocasiones, que se preveian cada vez más menos ocasionales, a sus padres.Así que de pronto apareció la GRAN ZANAHORIA: debía buscar un lugar con cabida para todos, donde cada uno pudiera tener su espacio. Quería una casa. Quería algo. Se sentía bien imaginando como la quería.Era una empresa ardúa, no resultó fácil, pero eso sería otra historia completita. Lo cierto es que la persiguió como el asno a la zanahoria, con la diferencia de que la proyecto de robot consiguió su gran zanahoria, una zahoria que dura y dura y dura sin nunca acabarse, una zanahoria rellena de zanahoria y ....el cachito corazón....el cachito corazón fue ganado terreno......y el proyecto de robot nunca llegó a robot.FIN DEL PRIMER CAPÍTULO (por lo menos)
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